Capitulo 3: Mademoiselle Lady

Bueno, pues aqui estoy renovando despues de unos cuantos dias, aunque no se yo si mis historias estan gustando mucho a la gente, que ya ni me comenta, a lo mejor son paranoias mías ¡tengo muchas!

Luv Ya

Un viento frío se me mete entre los huesos, aprieto mas fuerte mi chaqueta de lana y camino sin detenerme.  Me gusta mi barrio, esta cerca de la calle de los Artistas, el único lugar de Paris que mantiene el colorido todo el año.

Me asomo por allí y veo al al viejo Nicolás, mi maestro. Me dirige una desdeñosa sonrisa y continua mezclando colores y aceites en su paleta. Una calle más abajo esta mi instituto. Llego tarde, como siempre.

Mi mano roza el pomo de la puerta de clase cuando oigo una voz a mis espaldas:

-¡Espera, Lady!

Me giro con una sonrisa pintada en mi rostro. Solo hay una persona en el mundo que me llame así y esta frente a mí. Leo, Leonardo D'Antuan, con su sonrisilla maliciosa que tanto me exaspera, sus ojos azules y su pelo largo castaño alborotado por el aire.

En realidad, yo no soy parisina, soy británica, por eso hace un año cuando nos mudamos a Paris y conocí a Leo me empezó a llamar “Lady”, por que según su razonamiento inexplicable e ilógico, las británicas somos muy refinadas. El nombre no me molestaba, pero tampoco me acababa de gustar, por eso a modo de venganza, yo le llamaba por su nombre completo en determinados momentos.

-Te he dicho mil veces que no me llames así

-¿Entonces como? ¿"Espeirance", "mademoiselle"?

Fuerte suspiro. Llámameme como te de la gana, me da igual.

Leo miro su reloj y dijo:

-Creo que seria buena idea ir entrando… Lady

Reprimí las ganas de darle una colleja

-Excuse-moi, mademoiselle… Nous…

Cinco minutos de bronca después, pudimos pasar a un monótono viernes. O eso creía yo

Cuando sonó la campana que anunciaba la hora de comer y nos dejaba libres el resto del fin de semana, yo estaba de los nervios. Así que me fuí, sin esperar a Leo, directa al Comedor que, por supuesto, estaba abarrotado. Así que me limite a coger un plato de arroz y unas natillas y buscar un sitio donde sentarme.
Era como una misión cotidiana en tres pasos: Uno-se localiza el objetivo, Dos- se corre con todas tus fuerzas manteniendo en equilibrio la bandeja, Tres-Confirmas el territorio

Desgraciadamente, el plan me fallo y no llegue al tercer paso.

Voy corriendo y de repente noto que me he
chocado con alguien, me apresuro a disculparme en todos los idiomas que se, porque mi colegio es muy internacional (hay franceses, ingleses, americanos, italianos, suecos, irlandeses, españoles, rusos…) y cuando levanto la vista se me cae el alma a los pies y la bandeja también.

Es Raffaella Diantecci, es algo así como la reina italiana del colegio. Y yo le acabo de tirar la comida por encima.

-Yo-yo…

-Me acabas de tirar la comida por encima- es cierto, de su camisa negra chorrea el liquido de mis natillas y cuelgan aun granos de arroz. Menos mal que no le eche tomate.

Me empuja, tropiezo con una silla y me doy contra el suelo. Noto como me agarran por detrás, me juntas las manos y me sientan con fuerza y sin mucha delicadeza en un banco. Ay, eso duele ¿Y Leo? ¿Aun no habrá bajado? ¿Nadie puede ayudarme? ¿Leo? ¿Profesores? ¿Superman?

Veo como Raffaella se limpia lentamente y como puede la camisa con una servilleta, luego me mira a los ojos, los de ella grises con motas negras, los míos, verdes con motitas castañas. Parece estar disfrutando de verdad.

Cierro los ojos a la espera del golpe, pero antes oigo una voz:

-Déjala en paz, Raffaella.

Abro los ojos y voy en busca de mi salvador. Es el. Peter. Peter Santrê